Aguja Negra y Torreón de Los Galayos, un viaje a los abismos.
Ir a Los Galayos para mi es siempre una experiencia con un alto contenido emocional. Es un viaje de vuelta a esa Universidad de la Escalada donde tantos escaladores de la zona centro nos hemos licenciado. Mirando las paredes desde la comodidad de la terraza del refugio, se agolpan en mi mente los recuerdos de las decenas y decenas de veces que he escalado en ellas, desde que las conocí hace ya 25 años.
Las agujas son las mismas, el granito el mismo, las grandes clásicas también, pero las vivencias no tienen nada que ver. Son casi viajes a países distintos. Y eso tiene que ver con dos variables. Una es el momento personal en el que voy, que hace que la experiencia sea única. La otra es la compañía con la que voy y lo que me transmite de su experiencia personal.
Estos días de atrás he escalado dos de las joyas de la corona con Diana y Coral. Ellas ya habían estado allí. De hecho Coral había subido al Víctory al menos una vez al año durante toda su infancia, de excursión con su familia. Y siempre quiso subir al Torreón.
Puesto que ellas son escaladoras autónomas y hacen sus pinitos por su cuenta, consideré que mi trabajo debía servirles para abrirles el mundo de las grandes clásicas galayeras.
Subimos el sábado, pues el viernes llovió con abundancia. El ambiente estaba frío y húmedo. Desapacible. El refugio, a pesar del calor humano del cariño de su guarda, estaba frío como una nevera. Fuera, las fisuras de las agujas rezumaban agua por todas partes y la Apretura sonaba a río.
El domingo nos dirigimos a la Oeste de la Aguja Negra. Estas chicas estaban listas para comenzar con algo así. La montaña nos mostraba sus dientes en forma de humedad y frío. El primer largo lo hicimos chapoteando, y la placa del segundo largo igual. Pero poco a poco, según nos elevábamos hacia dónde todo lo sólido se acaba y el Torreón quedaba más pequeño a nuestros pies, la roca iba estando más seca y el ambiente más cálido. Los últimos largos fueron un auténtico disfrute. El descenso por el espaldar que tantas veces habían visto desde la comodidad del valle y el flanqueo por la canal Reseca fueron también como un pequeño pasaje de un cuento infantil.
Esa noche el refugio estaba más caliente, en grados Celsius y calor humano. Éramos unos pocos más, además de muy buen rollo todos.
Amaneció el lunes despejado y fresco, pero ya no frío. Era el día de ir al Torreón. No se si con acierto o no, les sugerí a Coral y Diana no subir al Torreón por ninguna de las tres vías más fáciles. Me gusta animar a mis chicos y chicas a meterse ellos solos en aquellas vías para las cuales yo sé que están capacitados. Ya haréis la Sur, o la Teógenes, o la Lucas por vuestra cuenta cuando así lo sintáis. Hoy, si queréis, podéis vivir el verdadero vacío del Galayar, aunque os suponga un esfuerzo importante…
Nos fuimos a la combinación Underground – Malagón.
Y pudieron con ella.
Queda en su criterio valorar si valió la pena o no, si me pasé o no, pero lo cierto es que hicieron un gran viaje por los duros senderos del V+ galayero más auténtico.
Un placer guiaros en ese primer contacto con los irresistibles abismos de las agujas y las canales de Los Galayos.
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