EL ANETO: una montaña enferma, … y peligrosa

Texto: Daniel Orte. Fotos: Daniel Orte y Gerardo Bielsa.

Ascendí por primera al Aneto el 18 de septiembre de 1992, hace 25 años. Era el primer glaciar que pisaba y me impresionó. También era mi primer tresmil, y el comienzo de una vida en el camino de las montañas. En aquella época no se hablaba demasiado del cambio climático.

Desde entonces he subido esta montaña cerca de un centenar de veces, casi siempre trabajando. La mayoría de estas ascensiones las realicé entre los años 2002 y 2006, y desde entonces no había vuelto a subir en verano por el glaciar, hasta este año 2017 en que he subido 3 veces. La geografía de la montaña es otra. El paisaje y las sensaciones que produce son otros. Si tuviera que describirlo en pocas palabras diría que por encima de los 3000 metros, la montaña está enferma, y es muy peligrosa.

El que fue el glaciar más grande del Pirineo español está a punto de dividirse definitivamente en tres pequeños glaciares. Me atrevería a decir que en pocos años los mapas los llamarán glaciares del Pico Maldito, de Coronas, y del Aneto. No queda mucho para eso. Las siguientes fotos reflejan, desde distintos ángulos, esta tendencia.

 

imagen aérea de Gerardo Bielsa en la que se aprecia la tendencia del glaciar a dividirse en tres partes

 

vistas del Glaciar desde la antecima del Aneto

 

desde el ibón de Salterillo el glaciar parece una fina capa de hielo relegada a las partes más altas

 

Desde Aigualluts se aprecia como ya casi no existe contacto entre la masa de hielo del Aneto y la del Pico Coronas

Pero esa no es el único síntoma de la enfermedad que padece la montaña en esas altitudes. Allá dónde la roca queda desnuda durante gran parte del año, en las zonas más escarpadas, muchas veces por encima del mismo glaciar, el cemento que mantiene las rocas y los grandes bloques unidos entre sí, está desapareciendo. Ese cemento no es más que agua helada. Es lo que se conoce como permafrost.

El Pico Maldito, el Pico Coronas y el mismo Aneto, no muestran en superficie grandes masas de roca monolítica y compacta (como sí sucede por ejemplo en la cara sur del Pico Abadías), sino un complejo entramado de bloques de todos los tamaños que en muchas ocasiones, a modo de castillos de naipes, se mantienen milagrosamente estables. Es agua helada, barro helado, lo que mantiene todo milagrosamente sujeto.

Este verano de 2017 está siendo extremadamente cruel con la alta montaña, y los síntomas de retroceso glaciar y de desaparición del permafrost se muestran con más intensidad que nunca.

Todos los días hay importantes desprendimientos en esta cara Noreste de la montaña. En cuanto los primeros rayos de sol empiezan a tocar las paredes y el glaciar, empieza el juego de bolos. Las tres ocasiones que este año he atravesado el glaciar los he visto, de distintas proporciones, en ocasiones bastante cerca. Quizá el que ha tenido mayores dimensiones del verano lo pude contemplar en directo desde una montaña cercana, situada justo enfrente, el Tuc de Mulleres. Fue el 17 de agosto, sobre las 11 de la mañana. Primero lo oímos, y enseguida nuestros ojos lo localizaron. Durante bastantes segundos, vimos una gran cantidad de bloques de roca desprenderse desde las laderas del Pico Coronas. Algunos eran del tamaño de furgonetas. Atravesaron el glaciar y rompieron contra las llambrías de roca donde muere el glaciar. Los bloques rotos siguieron cayendo durante mucho rato ladera abajo. Ojalá no haya pillado a nadie por el camino pensé, ya que el desprendimiento atravesó sin miramientos el trazado de la ruta normal de ascenso de la montaña, a esas horas normalmente muy concurrida. Las siguientes dos fotografías, tomadas con una semana de diferencia, muestran las dimensiones de ese desprendimiento.

imagen del 13 de agosto, antes del desprendimiento de Coronas

 

imagen del 21 de agosto, tras el desprendimiento de Coronas

Esta muestra más de los efectos del calentamiento global del planeta es imparable. A los que amamos los paisajes de montaña nos entristece mucho, pero quizá si lo comparamos con las grandes migraciones humanas que se están produciendo debido al mismo motivo, la importancia de este hecho sea más relativa.

En todo caso me queda hacer un pequeño análisis, a modo de opinión, de los efectos de estos importantes cambios en el techo del Pirineo. Efectos en los ecosistemas y en las sociedades humanas

La inminente desaparición de los glaciares disminuirá, sin lugar a dudas, las reservas de agua durante el estío, con las consiguientes efectos sobre los ecosistemas de la alta montaña. La completa desaparición del permafrost traerá cambios en la morfología de las crestas y las cimas, que seguirán soltando grandes cantidades de roca. El paisaje que veremos en unas pocas décadas en pleno verano será el de unas cimas menos afiladas, unas enormes llambrías graníticas en donde hoy se aposenta el glaciar, y un aumento de la cantidad de roca acumulada en las morrenas de las zonas de Barrancs y Salterillo.

La ascensión al techo de los Pirineos perderá interés y belleza al no tener una travesía glaciar (en mi opinión, ya lo ha hecho desde la primera vez que subí). Entre tanto, y espero equivocarme, aumentará la siniestralidad por todo lo expuesto anteriormente, sobre todo por el impacto de los desprendimientos de bloques.

Y por último, otro efecto a medio plazo será la disminución de la demanda de ascensiones guiadas. El glaciar es un gran limitante a la hora de que los turistas se lancen en solitario a la conquista de su cumbre. En muy poco tiempo se podrá subir por la vertiente sur sin utilizar crampones.

grupo de turistas cruzando el puente de Mahoma asegurados por un guía, al otro lado de la cámara de fotos

Para más información sobre el permafrost del Pirineo os recomiendo este estudio:

https://www.researchgate.net/publication/26847857_Cartografia_del_permafrost_de_montana_en_los_Pirineos_espanoles