CRÓNICA ALPINA VERANO 2016: resumen de 18 días muy intensos
Soy bastante reacio a presentar mis actividades a cualquier tipo de becas o ayudas, ya que no las considero reseñables en cuanto a lo deportivo se refiere. Este año, sin embargo, lo voy a hacer. Todas las vías de las que vamos a hablar a continuación tienen más de 50 años y fueron abiertas por unos seres magníficos que apenas contaban con unas botas de cuero, unos pantalones bávaros y una cuerda que se ataban directamente a la cintura. En el caso de que el jurado decida concedernos alguna de las becas les comunico de antemano que se equivocan. Que deberían ser para los aperturistas de esas vías.
Sin embargo, si creo que el haber escalado tantas vías en tan pocos días no sólo es prueba de que ha sido un verano benigno en lo meteorológico, sino de que mi compañero Fran y yo somos tenaces, nos hemos esforzado mucho y hemos sido capaces de gestionar bien la logística de las escaladas, los escasos descansos, la alimentación y sobre todo el más escaso de nuestros recursos, el dinero…
Comienzo:
Dicen que las promesas que todos hacemos a 31 de diciembre nunca se realizan, que son una especie de brindis al sol con el que intentamos empezar un año mejor que el anterior. Todos sabemos de qué hablo. Pero no siempre es cierto que no se cumplen estos retos, o sueños, que uno se propone para el nuevo año. En nuestro caso fue así.
Ese día llamé a Fran, mi querido alpinista estibador de Algeciras con el que ya había estado en la Oeste del Picu, en el Espigolo, en el Pilar Sur del Midí e incluso en las Bugaboos o Squamish…
- ¡Fran! ¡Cógete 15 o 20 días a principios del verano para ir Chamonix!
- ¿Objetivos?
- Escalar mucho, cada día que el tiempo nos deje…
Con Fran es siempre así de fácil.
Así que no volvimos a hablar del tema hasta unos días antes para cerrar un par de detalles.
El viaje empezó de culo. Mi vuelo a Ginebra se retrasó y llegué a la 1 de la mañana. Por supuesto que ya no había buses a Chamonix y tuve que pasar la noche abrazado al petate con todos mis juguetitos de hacer alpinismo. Pasé una noche como dicen los pastores del Pirineo, con un ojo abierto y otro cerrado. Estos pequeños imprevistos, lejos de deprimirme, siempre me han dado su… ¿morbillo?
Me encuentro en el camping de Bossonscon un Fran con los ojos pegados por las legañas de un profundo y largo sueño. Como buen alpinista sabe que dormir es muy importante. Lástima de noche la mía… Dedicamos el día a comprar víveres, forfaits y fotocopiar reseñas.
Lo primero, a aclimatar, y para eso hay que dormir en altura. Cogemos el cable, ese que te sube haciendo trampas hasta los pies de vía, plantamos la tienda en el glaciar y por la tarde a una clásica de roca, la Contamine en la Aiguille du Midí, (190 mts, ED-). Maravilla de vía, ¡qué granito!. A pesar de la altura yo encadeno el largo de 6b+ y Fran, que está insultantemente fuerte, el de 7a. Bajamos y tenemos que caminar a por la tienda que un helicóptero ha arrancado y desplazado una veintena de metros.
Al día siguiente, otra vía del mismo autor, la Contamine de la Punta Lachenal (250 mts. MD). Misma calidad de roca y unos largos magníficos arriba, sobre un espolón que parece imposible que sea apenas Vº. Rapelamos la vía, atravesamos el glaciar y cogemos el cable que nos deja directos en el Pocoloco.
Van 2 de 2.
Un día de descanso y de nuevo al ataque. Ya aclimatados hasta 4000 y viendo que de momento con los 6b, con pie de gato, podemos, queremos probarnos a ver cómo vamos de velocidad. Esta vez vamos a una vía de bota y cara Norte, el Espolón Frendo al Aiguille du Midí, (1100 mts, MD-).
Menos mal que a las 5 de la mañana no hay ni el tato por la calle y que además Chamonix es una ciudad en la que cualquier frikismo deportivo está bien visto. Si no fuera así Fran y yo no nos hubiésemos atrevido a ir pedaleando en nuestras viejas bicis prestadas, con las botas de alpinismo y la cuerda en bandolera, para subirnos en el primer remonte del día. Después de la meadita de primera hora en la estación intermedia, pulsamos el crono y empezamos a caminar.
La caminata pronto se convierte en escalada fácil, y después un poco más difícil. En ensamble y minilargos nos vamos comiendo los metros de espolón granítico. La arista la hacemos a pelo y nos volvemos a encordar para el último largo, el muro de hielo de salida. Ya en la cueva que da entrada al queso de gruyere de hormigón en que han convertido a esa montaña, pulsamos de nuevo el crono. 6 horas y 30 minutos. Ya quisiera Ueli Steck… pasárselo tan bien como lo hemos hecho nosotros… Bueno, a nosotros nos parece un buen tiempo.
Y van 3 de 3.
Ya estamos listos para algo que tenga 6b, más de 1000 metros de escalada, y esté por encima de 4000 metros.
Nos vamos al Pilar Gervasutti del MontBlanc de Tacul, 1000 mts, MD+ (6b, V+ obl).
Plantamos la tienda en el glaciar y nos acostamos prontito. A las 2:45 estamos caminando y antes de las 5 estamos navegando por la pulida roca de la entrada de la vía buscando la entrada que era tan “obvia”. Encontramos el parabolt escondido y seguimos. Va amaneciendo y nosotros, en contra de toda lógica, nos vamos yendo a derechas hasta encontrarnos el medio de unos largos tétricos, descompuestos, difíciles y en medio de la caída de obuses. El lugar estaba lleno de cordinos y cintajos de otros que también se equivocaron…
Había que admitir la primera derrota. Rapelar con nuestra única cuerda de 60 supuso un rato y abandonar un poquito de material. Según bajábamos por el glaciar con el rabo entre las piernas estudiamos nuestro error. Volveríamos.
Ahora la cuestión era lograr bajar al valle a descansar y reponer víveres y no gastar un día de forfait inútilmente… La solución pasaba por pasar la noche en el glaciar y bajar al día siguiente a primera hora a comprar víveres y ducharnos. Le echamos un poco de morro y dejamos la tienda, sacos y hierros arriba.
A la segunda iba la vencida. 10 de julio, día del 73 cumpleaños de mi padre. Y yo que no le iba a poder llamar… reproduzco a continuación el texto con el que publicaba al día siguiente en el caralibro nuestra escalada:
“Llegamos a la tienda y nos abrazamos. Esta vez lo habíamos conseguido. Dejamos caer sin reparos nuestras mochilas y nos desencordamos. En ese momento suena el mismo despertador que 24 horas antes había dado comiendo a nuestra escalada. ¿Empezamos de nuevo? bromea Fran. Eran la 1:45 de la madrugada.
Un rato después, entre sueños, me repito el mantra que me acompañó durante todo el día, sobre todo los últimos 10 ó 12 largos. Hay una mano para cada pie y un pie para cada mano. Hay un pie para cada mano y una mano para cada pie… la roca esta hecha para ser escalada. Solo hay que saber leerla…
Mientras nosotros fundíamos nieve para rehidratarnos y comíamos cualquier cosa, un hilillo de luces surcaban el glaciar camino de su ansiado Mont Blanc. Nosotros acabábamos de escalar el Pilar Gervasutti, 1000 mts. MD+ (6b, V+ obl), el más vertical y afilado de los pilares que conforman la cara SE del MontBlanc de Tacul, de 4248 mts.
Nuestros más sinceros respetos a Giusto Gervasutti que en 1946 halló la muerte intentando la primera escalada de este soberbio pilar de roca y a Farnelli y Mauro que en 1951 pudieron concluirlo y decidieron nombrarlo en honor al que primero lo vio…”
El primer pensamiento que tuvimos cuando el calor del glaciar nos despertó fue: ¡vamos al Pocoloco! Después de una paliza de 22 horas necesitábamos un poco de proteínas y colesterol. Y yo personalmente anhelaba un par de días de mal tiempo que nos obligaran a descansar. Escalar tantos días seguidos durmiendo tan poco no es de buenos alpinistas sino de masoquistas…
Y la borrasca entró, bajando las temperaturas tanto que hasta por el pueblo íbamos con el plumas. Tres días, por fin, de lluvia, frío y más de 10 horas de sueño cada noche. Hasta que el Sol nos recordó que habíamos venido a escalar. Pero había que resolver un dilema: ¿el qué?
Fran y yo, aunque no nos llevemos ni 10 años, reconocemos entre nosotros una brecha generacional alpinística. En otras palabras: el es más lolo y yo más romántico. El quería ir a la Botatti-Ghigo del Grand Capucin y yo, ya que el Pilar Central del Frenei no estaba en condiciones por la nieve recién caída, a la Arista Innominata del MontBlanc. Teníamos el tiempo justo para una de las dos, pero no éramos capaces de elegir… Ambos teníamos argumentos suficientes para hacer al otro cambiar de opinión…
Al final una mano inocente (la de Sonia, una amiga que vive en Chamonix), resolvió el dilema con una cara y no una cruz. Me tocaba ceder y apretar en las fisuras desplomadas de la Bonatti. Y como además el trato era que saliera lo que saliera íbamos a pachas, me tocaba hacerme la mitad de los largos. Bueno, una Bonatti es una Bonatti, me convencía a mí mismo…
Y para allí que partimos, todavía con mucho frío, viento, y las paredes un poco húmedas y heladas. Esta vez, nuestros ya cansados huesos nos pedían calor. Nos quedamos en el Refugio de Torino.
Para aguantar la espera a que se derritieran los cascotes de hielo de la cima del Capucin, nos acercamos a escalar una pequeña gran clásica, una vía que este mismo año cumplía 130 años… la Norte de la Tour Ronde. La que sería la 5 de 5.
Un disfrute de actividad en zona de confort. Aún así, lo que creíamos iba a ser un “reposo activo” nuestro cuerpo, con el cansancio acumulado, lo acusó. Al día siguiente íbamos a la Bonatti, pero porque tocaba. Ambos teníamos la mente puesta ya en el merecido descanso en casa, dos días después… De nuevo reproduzco la nota que escribí el día de después:
“6 de 6 y basta:
Y como conclusión insistir en la misma: no somos nadie.
Ayer, ataviados con los más modernos materiales para el alpinismo, escalamos la Bonatti – Ghigo, 400 mts. ED (7a+, 6b obl) al Grand Capucin.
La cara Este de esta esbelta y desafiante cumbre de 3838 mts. esta surcada por numerosos techos de dimensiones colosales. Hace 65 años el jovencísimo Bonatti supo encontrar, durante 4 días de escalada, una línea que con gran valentía y audacia uniría una fisura detrás de otra hasta encontrar la cumbre de la aguja. En aquellos tiempos no era muy habitual la escalada artificial en la región y esta escalada supuso una auténtica revolución.
Hoy día, por mucho que las reseñas marquen toda la vía como de escalada libre, estoy seguro de que muy pocas cordadas la escalan sin agarrarse a nada. Nosotros no íbamos a ser diferentes. Incluso mi fortísimo compañero Fran acabó tirando de pitón para aguantar los 21 sinuosos largos que hicimos en total”.
Creo que esta vía es una magnífica forma de cerrar nuestra fructífera estancia de 18 días en las Alpes. Desde aquí quiero agradecer a mi compañero Fran haber estado al otro lado de la cuerda. Sin su paciencia, su opinión, su saber estar, su mirada cómplice ante las decisiones arriesgadas y su buen humor nada hubiera sido lo mismo. Gracias compañero.”
Ya no lo recuerdo, pero seguro que al día siguiente comimos una hamburguesa XL en el Pocoloco. Sí recuerdo que dedicamos el día a preparar petates, despedirnos de los amigos hasta la próxima visita y devolver las viejas bicicletas que nos habían prestado.
Esta vez volvíamos saciado de escalar a casa. El tiempo nos había sonreído y lo habíamos sabido aprovechar. Y volvíamos de unas vacaciones mucho más cansado que cuando las empezamos. Así somos los alpinistas.
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