Sentir el alpinismo, al lado de casa

Escalar en envierno en Galayos

Con la intención de entrenar un poquito y de seguir buscando sensaciones de alpinismo en las montañas de casa, volvimos Carlos y yo a escaparnos a Gredos por el día. Galayos, con las canales todavía nevadas, nos obligaría a escalar con mochila, y a llevar piolet y crampones. Además, como siempre, también hay una componente estética en nuestra búsqueda, y el elemento blanco rompe las monotonía granítica de los paisajes galayeros.

Nuestra intención era enlazar la Oeste Clásica de la Aguja Negra con la Integral María Luisa – Torreón, terminando con el Pequeño y Gran Galayo. Iba a ser una paliza, pero se trata de entrenar para actividades más largas y lejanas. Si: nos gusta cansarnos.

Empezamos bien, con la Oeste Clásica, pasando algo de frío en los primeros largos. He de reconocer que me pareció más difícil y tiesa que la última vez, hace quizá 18 años. ¿sería el frío de la mañana? ¿sería la mochila? Buenísimas sensaciones. Primer bocadillo en la cima. Calzamos crampones y a los rápeles de la Canal de la Aguja Negra. Pero para disgusto nuestro, tras los 60 metros del primer rápel, no encontramos la segunda instalación. Hace muchos años que ninguno de los dos bajaba por allí. Creemos que la instalación está enterrada bajo la nieve… Tampoco encontramos bloques donde dejar un cordino, y tan cerca de casa no queríamos abandonar fisureros, así que decidimos remontar el rápel y bajar por el Espaldar, que es sólo caminar…

Una vez detrás de las agujas, maldijimos en más de una ocasión, enterrados hasta la cintura entre la nieve y los piornos. Tres rápeles por la canal hubieran sido mucho más rápidos y fáciles, y nos hubieran permitido continuar con la actividad planeada.

En cambio, la travesía por encima de la Canal Reseca, con la nieve muy dura, nos devolvió las buenas sensaciones. Soledad total y patio. Bajamos por la canal del Gran Galayo hasta ponernos en la base del Pequeño Galayo y, con botas y en ensamble, comenzamos la escalada de la Sur de la Apretura y después el Gran Diedro del Gran Galayo. No se trataba de hacer dificultad, sino de hacer metros de forma rápida y eficiente, como se hace en montañas más altas.

En la cima, un montón de recuerdos se agolparon en mi cabeza. ¿Cuántas veces había estado ya en esa cima? Probablemente más de veinte, con personas muy distintas, o solo, en verano y también en invierno. Eran todos buenos recuerdos, de inmensa felicidad. Y todos ya del siglo pasado. Envejecemos. Irremediablemente.

Ya era tarde. Quedaba bajar. En el refugio no había nadie, y por el camino tampoco. Y de nuevo carretera y a casa. Menos mal que me acompaña un profesional del volante porque después de las migas de pastor en Arenas de San Pedro, yo era incapaz de conducir.

Me gusta ser capaz de escalar más rápido y con más solvencia que hace 20 o 25 años, pero reconozco que añoro aquellos mochilones y esas estancias de 8 o 10 días en el Victory… ¿por qué corremos tanto? ¿por qué el mundo va tan rápido?

texto de Dani Orte

Actividad realizada por Dani Orte y Carlos Atienza